La importancia en Baja California es mínima en la Ciudad de México. Solo "El Universal " en una breve nota, al siguiente día de sucedido el evento natural, dió a conocer la noticia de un sismo de considerable magnitud.
En México no pasa absolutamente nada durante los fines de semana en las transmisiones de televisión, más que futbol. Amplio análisis sobre quién se fracturo, descendieron sus números en la tabla general, o que el Chicharito es un semi-dios con los pies de oro. Eran las 7 de la noche hora del centro y ningún maldito programa noticioso que informara sobre el sismo, los únicos medios que parecen que trabajan en fin de semana son los electrónicos, como el internet.
Si no fuera por mi madre que me envia un mensaje de texto sobre su espanto en la casa que se menea como si estuviera en columpio de quinceañera, me hubiera enterado hasta el siguiente día. Más me sorprendió cuando me dijo que fue en Mexicali, yo esperando que haya sido como siempre en Los Angeles o por alguna región del desierto de Nevada.
Y pues que veo las noticias al siguiente día, por supuesto después de soportar comerciales de más de cinco minutos para desquitar las franjas multicolores que estaban hace unos minutos ( la televisión es como una persona que va al baño después de despertarse, en vez de orines tira cuanto comercial tenía acumulado). Andale que voy viendo las fisuras, los borbotones de agua, el Sears de San Luis Rio Colorado quemandose. Doy gracias que no existen edificios altos de consideración y que el viejo hospital general haya aguantado.
Por más que los científicos querían darle importancia al evento, nadie los pelaba. Quisieron compararlo con el terremoto de Haíti, el choncho gobernador se le veía sudoroso, estrezado y preocupado, los medios de información como siempre de morbosos búscando tragedias que no había (damificados sí, pero nada que no se parezca a una inundación).
Entonces hoy, a dos semanas de tan histórico hecho, casi nadie habla del Terremoto de Mexicali. Las despensas de ayuda se quedaron cortas y la indiferencia de ver una catastrofe en los rostros de los haitianos, no se compara a las soleadas caras de los mexicalenses.
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